Anonim

Crédito: @ Lesia.Valentain / Twenty20

Los pagos se están volviendo más y más sin fricción en estos días, a medida que nos deshacemos del dinero en efectivo para las aplicaciones, el tap-and-pay y el plástico. MasterCard está empujando las cosas un paso más allá: el gigante de las tarjetas de crédito acaba de anunciar que espera eliminar las firmas de recibos para la próxima primavera.

Estamos más cerca de lo que piensas de esa eventualidad. En una publicación de blog la semana pasada, la vicepresidenta de MasterCard, Linda Kirkpatrick, declaró que ya menos del 20 por ciento de las compras requieren que firmes por ellas. Según la investigación de MasterCard, los titulares de tarjetas estadounidenses desean líneas de pago más rápidas y menos problemas, mientras que las tiendas esperan que el pago más rápido pueda aumentar las ventas.

Cuando se trata de firmar recibos, Estados Unidos es un punto débil en el escenario mundial, ya que muchos países ya han adoptado tecnologías de pago más rápidas y seguras. Con una nueva violación masiva de datos aparentemente anunciada cada pocos meses, las compañías de tarjetas de crédito están más involucradas que nunca para mantener seguras las transacciones e información de sus clientes. Si bien esta nueva dirección puede dar cierta pausa, según Kirkpatrick, "eliminar la necesidad de firmar para comprar no tendrá ningún impacto en la seguridad". Ella cita "chip, tokenización, biometría y plataformas digitales especializadas" que ayudarán a confirmar la identidad de un comprador.

MasterCard dice que las firmas de las tarjetas de crédito podrían estar terminando su salida en abril de 2018. La publicación de Kirkpatrick no estaba clara si esto incluiría pagos basados ​​en servicios, especialmente aquellos que incluyen consejos, como proveedores de cuidado personal o restaurantes. Pero los proveedores también pueden ver otros beneficios, como la reducción de costos para almacenar firmas de manera segura. El futuro del dinero se volvió un poco más abstracto.

Recomendado Selección del editor